Nació Domingo en Caleruega, tierras de Castilla y actual provincia de Burgos, siendo sus padres Félix de Guzmán y Juana de Aza.

El nacimiento de Domingo se sitúa entre los años 1173 y 1175. Parece ser que su llegada al mundo se vio acompañada de algunos signos y hechos extraordinarios. La madre vio en sueños llevar, en su útero, un perro con una tea encendida intentando incendiar el mundo con el Evangelio.

Doña Juana tenía interés en que su hijo dirigiese sus pasos hacia la formación clerical, y fue por esto que hacia los seis años de edad Domingo se trasladó a la población vecina de Gumiel de Izán, donde recibió su primera instrucción, a cargo de su tío arcipreste.

Aún adolescente, con catorce años, sus padres le enviaron a Palencia, a la escuela episcopal, donde recibió una sólida formación intelectual cursando artes liberales y ciencias teológicas. La hambruna que azotaba Europa, sobre todo en el año 1196, le hizo comprender lo que significaba ser pobre y la miseria que trae consigo la pobreza. En Castilla este hambre se recrudeció a causa de la violenta derrota de las tropas cristianas frente las musulmanas en la población de Alarcos.

Fueron muchos los personajes que se fijaron en el joven Domingo por ser un estudiante serio y ejemplar, y también por su piedad y su dedicación al prójimo. Uno de ellos fue el prior de la catedral de Osma, Diego de Acebes, quien le ofreció un puesto entre ellos. El obispo de la diócesis, Don Martín de Bazán,  había encargado a Diego el reclutamiento de jóvenes valientes y con decisión, que estuvieran dispuestos a ser sacerdotes y colaborar en la reforma del clero que promovía el Papa Inocencio III.

En compañía de Diego, que había sido nombrado obispo, atravesó el sur de Francia en un viaje diplomático a las Marcas (Dinamarca) ordenado por el rey Alfonso VIII.

El viaje a las Marcas fue una experiencia determinante para su vida, porque aunque Diego volvió a Castilla, Domingo decidió quedarse en aquel país durante nueve años para predicar el Evangelio de Jesús. Aquí fue donde Domingo se fraguó como predicador y como fundador.

Con un grupo de mujeres conversas de la herejía cátara por su predicación, Domingo fundó el convento de las monjas en la población francesa de Prulla el año 1206. Aunque fueron de clausura, su convento se llamaba “casa de predicación”.

Domingo, ayudado por su obispo Fulco de Tolosa y por varios hombres que le habían seguido, insiste el Papa para fundar una nueva Orden; serán apóstoles consagrados exclusivamente a la predicación y vivirán en comunidad.

De esta manera nació la Orden de Predicadores, que fue confirmada por el Papa Honorio III el día 22 de diciembre de 1216. Y el 21 de enero de 1217, el Papa confirma el nombre de la orden y su misión de Predicadores. El 15 de agosto del mismo año, ante la sorpresa de todos, Domingo dispersa a los primeros dieciséis frailes, seguramente desde Prulla, extendiendo de esta forma la orden por todo el mundo.

Ofrecer a nuestra comunidad educativa experiencias personales y grupales que generen vida, experiencias en las que la fe tenga la oportunidad de trabajarse, de ser algo real y formar parte del crecimiento personal y comunitario.

Entendemos el voluntariado como un elemento dentro de la pastoral escolar que promueva la vida con y para los demás, una pastoral hecha desde la fraternidad local para la fraternidad universal.
Queremos que con estas experiencias se fragüen rasgos como el servicio, la colaboración, el apoyo, la celebración, el acompañamiento, la familiaridad y el compromiso por los otros.